La Acacia

La acacia es un árbol espinoso, de la familia de las leguminosas-mimosas (Acacia Dealbata).

En la Antigüedad era considerada un símbolo solar, puesto que sus hojas se abren con la luz del sol del  amanecer, y se cierran al ocaso; su flor imita el disco del sol.

Hubo, además, otros árboles por los que también se sintieron vinculaciones especiales: el muérdago (entre los druidas celtas), el ramo o las palmas (en el Cristianismo), el sauce (en el taoísmo). En la cultura hebrea, la acacia (shittah) ya se menciona en el Antiguo Testamento, con Moisés: se utilizaba para la construcción de los elementos más sagrados (Arca, Mesa, Altar), debido a sus características de perpetuidad. También tres de los cuatros evangelistas la mencionan: Mateo, Marcos y Juan, relacionándola a la “coronación de Jesús”.

 

En la antigua Numidia (Norte de Africa) su nombre era Houza (de la que se cree que procede la palabra «Huzé»). También es llamada Hoshea, palabra sagrada usada en un capítulo del REAA.

Los egipcios también la tenían como planta sagrada; es de la que habla la leyenda de Osiris. La acacia mimosa -cuyas flores parecen pequeñas bolas de oro- está dedicada a Hermes-Mercurio; sus ramos floridos recuerdan la célebre “Rama Dorada” de los  antiguos misterios.

 

Entre los rosacruces, así como en algunos ritos masónicos ya desaparecidos, se enseñaba que la acacia había sido la madera utilizada en la confección de la cruz, donde Jesús fue ejecutado. La acacia es la planta símbolo por excelencia de la Masonería. Representa la seguridad, la claridad, y también la inocencia o pureza; es símbolo de la verdadera Iniciación para una nueva vida, la resurrección para una vida futura. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan, en efecto, la idea de la vida inextinguible que permanentemente renace victoriosa de la muerte.

 

La leyenda de Hiram Abif, -la del Tercer Grado- nos cuenta que, al caer la noche, lo condujeron hacia el monte Moriá, donde lo enterraron en una sepultura que habían cavado y señalado con un ramo de acacia. Cuando, extenuados, los exploradores enviados por el rey Salomón llegaron al punto de encuentro, sus semblantes  desencajados sólo expresaban la inutilidad de sus esfuerzos. Cayendo literalmente fatigado un Maestro intentó asirse a un ramo de acacia comprobando, para su sorpresa, que el ramo se soltó de su mano, pues había sido enterrado en la tierra hacía poco tiempo removida. Ese ramo de acacia creó vida propia, creció y se transformó en el mayor símbolo del Grado de Maestro Masón.

 

En otra versión, los Maestros Masones que habían ido en busca de Hiram Abif encontraron un montículo de tierra, recientemente removida, que parecía cubrir un  cadáver; plantaron allí un ramo de acacia para reconocer el lugar. Y en una tercera  versión la acacia habría brotado del cuerpo del Maestro muerto, anunciando la  resurrección de Hiram.

La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los «verdaderos maestros masones», de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como bien

se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.  Muchos investigadores sobre francmasonería se han interesado por el significado simbólico de la acacia.